El Queratocono es una enfermedad congénita, por lo cual, sin saberlo, yo nací con ella.
A los 5 años, yo empecé a notar que veía borrosa la pizarra en el colegio, así que me llevaron al oculista, y me pusieron gafas. Hasta ahí, todo correcto, pero el problema era que cada poco tiempo, volvía a ver borroso, y me tenían que volver a graduar.
Estamos hablando de finales de los años 70, y la oftalmología en España, no estaba tan avanzada como ahora.
Algunos médicos no sabían lo que tenía, pero estaba claro que algo tenía raro.
Así, pues, fuimos a uno de los mejores especialistas de aquella época, la clínica del Doctor Barraquer. Allí, en la consulta del Doctor Temprano, en 1980, oí por primera vez dos palabras, que me sonaban a chino, pero que me han acompañado toda mi vida. Queratocono y trasplante de córnea.
El Queratocono iba deformando mi córnea del ojo derecho, adquiriendo una forma puntiaguda, en lugar de la forma redonda que debía tener.
La córnea es la parte frontal transparente del ojo humano, que cubre el iris, la pupila y la cámara anterior. La córnea, junto con la cámara anterior, y el cristalino, refracta la luz. La Córnea es responsable de dos terceras partes de la potencia total del ojo.
Así, pues, la deformación progresiva de mi córnea derecha, iba produciendo muy mala visión, de forma paulatina, acompañada de un astigmatismo brutal.
Hoy en día, hay otras técnicas, como la estabilización del ojo con lentes esclerales, pero en aquellos años, la única solución que nos plantearon, era el trasplante de córnea.
Hasta que se pudiera producir el trasplante, me colocaron en el ojo derecho una lentilla rígida espedcial, con la que veía bastante bien, de cara a poder hacer una vida más o menos normal, para un niño de 12 años, que era la edad que tenía por aquel entonces.
Deja un comentario